Durante el siglo XVIII, en pleno auge ilustrado, los británicos viajaban al "continente" para imbuirse de la cultura clásica tan en boga durante esos años y al calor de los nuevos e importantes descubrimientos arqueológicos. Especialmente importante fue el descubrimiento de las ruinas de Pompeya, en el entonces reino de Nápoles.
El viajero británico cruzabe el Canal de la Mancha entre Dover y Calais, terminando su primera etapa en París. En la capital francesa practicaba la danza, aprendía el idioma francés y el arte de la equitación. De París recalaba en Ginebra.
A partir de la ciudad suiza se dirigía al sur y empezaba su viaje al sur mediterráneo. Para ello cruzaba los Alpes y llegaba a Florencia, donde contemplaba el primer plato fuerte del arte italiano renacentista. Antes de llegar a la Ciudad Eterna contemplaba la inclinación de la Torre de Pisa. Ya en la Roma vaticana quedaba impresionado ante las ruinas del glorioso pasado imperial: las termas, el Panteón de Agripa, el Coliseo, el circo o los arcos de triunfo. También admiraba la Roma del Renacimiento y el Barroco. Hacía una escapada al sur, a Nápoles, donde su parada era las ruinas de Pompeya.
Vuelto a Roma empezaba el retorno por el camino del noreste de Italia, visitando Bolonia y recorriendo los canales venecianos. Tras ello, el paso de los Alpes por el este, por el Alto Adigio, llegando a Innsbruck, en un baño de naturaleza montañosa de prados y bosques tiroleses. Seguía recorriendo el viejo Sacro Imperio y llegaba a la corte prusiana, a Berlín y el Potsdam palaciego. Por el norte de Alemania llegaba a Amsterdam y, de nuevo, a Calais, donde cruzaba a la isla y daba por acabado su viaje cultural y de observación. Este viaje fue alargado en el tiempo hasta enlazar con la etapa del Romanticismo y también, a veces, se completaba con al visita a Grecia, aunque el dominio turco no lo hacía especialmente atractivo. El ejemplo de británico viajero del Grand Tour lo representa Lorde Byron (1788-1824), el cual estuvo en Grecia y vio su revolución nacionalista. Murió en esta país víctima de la malaria. Sin embargo, no solo fueron británicos los que lo realizaron, también los escritores alemanes como Goethe o el francés Chateabriand.