lunes, 14 de marzo de 2016

LA GUERRA DE SUCESIÓN ESPAÑOLA, 1702-1714

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PRIMEROS REINOS DE TAIFAS, SIGLO XI

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LA MONARQUÍA PLURINACIONAL DE LOS AUSTRIAS (SIGLOS XVI-XVII)


 
Durante el reinado de Felipe II la monarquía hispánica llegó a culminar la unidad peninsular bajo una misma corona, aunque no como una unidad política centralizada. Existían las tres coronas que ya lo eran desde tiempos medievales:
* Corona de Castilla, la más extensa, con todo su territorio centralizado, salvo las provincias vascas, que tenían sus propios fueros, y el viejo reino de Navarra, asimismo con fueros y anexionado en 1512 a Castilla por Fernando el Católico. En la Corona de Castilla residía el monarca de forma permanente, estableciendo la capital definitiva en Madrid desde 1561.
* Corona de Aragón, unida dinásticamente a Castilla desde 1479 por el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. La diferencia con Castilla era que en este territorio había tres reinos autónomos entre sí: Aragón propiamente dicho, Valencia, Baleares y Cataluña.
* La Corona de Portugal, anexionada en 1580, pero conservando íntegras su autonomía y cultura.

Como puede verse era una monarquía plural, con diferentes ejércitos, idiomas, legislaciones y sentidos de pertenencia a la misma. La unidad peninsular duró poco tiempo: de 1580 a 1640, fecha en que se iniciaron rebeliones separatistas en Cataluña y Portugal. Tras independizarse los dos territorios, sólo Portugal logró su independencia definitiva en los años 80 del siglo, mientras que Cataluña volvía al seno de la monarquía en los años 60.
No obstante, los territorios de la Corona de Aragón volverían a rebelarse en 1704, en plena Guerra de Sucesión española y hubieron de ser conquistados militarmente y centralizados a la fuerza por las tropas al servicio del rey Borbón Felipe V. (Decretos de Nueva Planta). En 1715 sólo conservaban sus fueros las provincias vascongadas y el reino de Navarra.


CALZADAS ROMANAS Y ROMANIZACIÓN DE HISPANIA

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domingo, 13 de marzo de 2016

EL IMPERIO DE FELIPE II EN 1581

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EL IMPERIO ESPAÑOL EN EL SIGLO XVII

En el siglo XVII el inmenso Imperio español necesitaba de buenas comunicaciones para defenderse de sus numeros enemigos en todo el mundo.
En Madrid (1) estaba la cabeza del imperio, con el Consejo de Indias. En el eje de Sevilla y Cádiz (2) estaba la cabeza comercial con la Casa de Contratación, y desde ahí zarpaba la Flota de Indias. Hacía su última aguada en Canarias (3). Luego surcaba el Atlántico arrastrada por la Corriente del Golfo, que podía estar en calma o ser escenario de fuertes tempestades que acaban frecuentemente en naufragio.
La flota llegaba a Cartagena de Indias (4), donde se separaba: la Flota del Perú y la Flota de Nueva España. La flota del Perú atravesaba el istmo de Panamá (5). Atracaba en Portobelo, en la costa atlántica panameña. Descargaba en tierra las numerosas mercancías peninsulares y las llevaban recuas de mulas a través de un camino en la selva hasta la ciudad de Panamá, en la costa del Pacífico. De allí zarpaba rumbo al puerto limeño de El Callao (6). Lima era el punto de llegada de la plata de Potosí (7), en el Alto Perú (hoy Bolivia). En Potosí se intercabiaban los productos del Río de la Plata (8), actual Argentina, con el emergente puerto de Buenos Aires y futuro virreinato.
Por su parte, la flota de Nueva España zarpaba de Cartagena rumbo a San Juan de Ulúa, puerto de Veracruz (9), desde donde las recuas de mulas salían hacia el altiplano mexicano hasta la capital virreinal: Ciudad de México (10). Luego tomaban el llamado Camino de Asia hacia Acapulco (11), desde donde se embarcaban los productos peninsulares y la plata de Zacatecas (13) y del Potosí mexicano para hacer la larga travesía del secular Galeón de Manila. Éste aprovechaba la corriende Humboldt hacia las Filpinas. Al llegar a Manila (12) zarpaba el otro galeón hacia América y España, cargado de valiosísimos y exóticos productos que comerciaba con China, Japón e india.
Ya en el Atlántico, las dos flotas (del Perú y de Nueva España) zarpaban hacia Cuba, a La Habana (14), donde se reunían para zarpar unidas hacia la península y los puertos de Cádiz y Sevilla. De ahí, los correos y los informes a Madrid, atravesando Extremadura y Toledo.
La otra gran ruta vital del Imperio fue la llamada El Camino Español, que comunicaba con Flandes (16). Embarcaba las tropas de los Tercios en Barcelona hacia la república aliada de Génova (15), desde donde atravesaba los Alpes para llegar al Franco Condado y, seguidamente, a Luxemburgo y Bruselas.
Esta inmensidad de territorios del Imperio fue, en sí misma, un problema para su mantenimiento y en ese siglo XVII se produjo su progresivo declive desde 1648 en la Paz de Westfalia, hasta 1713 y la Paz de Utrecht. Se perdieron las posesiones europeas, pero los virreinatos se mantuvieron intactos, con tan sólo algunas perdidas territoriales en las Antillas y el Caribe. Para su mejor defensa y explotación se crearon en Sudamérica los virreinatos de Nueva Granada, con capital en Bogotá, y el del Río de La Plata, con capital en Buenos Aires.
 

EL TRATADO DE TORDESILLAS, 1494

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