En el siglo XVII el inmenso Imperio español necesitaba de buenas comunicaciones para defenderse de sus numeros enemigos en todo el mundo.
En Madrid (1) estaba la cabeza del imperio, con el Consejo de Indias. En el eje de Sevilla y Cádiz (2) estaba la cabeza comercial con la Casa de Contratación, y desde ahí zarpaba la Flota de Indias. Hacía su última aguada en Canarias (3). Luego surcaba el Atlántico arrastrada por la Corriente del Golfo, que podía estar en calma o ser escenario de fuertes tempestades que acaban frecuentemente en naufragio.
La flota llegaba a Cartagena de Indias (4), donde se separaba: la Flota del Perú y la Flota de Nueva España. La flota del Perú atravesaba el istmo de Panamá (5). Atracaba en Portobelo, en la costa atlántica panameña. Descargaba en tierra las numerosas mercancías peninsulares y las llevaban recuas de mulas a través de un camino en la selva hasta la ciudad de Panamá, en la costa del Pacífico. De allí zarpaba rumbo al puerto limeño de El Callao (6). Lima era el punto de llegada de la plata de Potosí (7), en el Alto Perú (hoy Bolivia). En Potosí se intercabiaban los productos del Río de la Plata (8), actual Argentina, con el emergente puerto de Buenos Aires y futuro virreinato.
Por su parte, la flota de Nueva España zarpaba de Cartagena rumbo a San Juan de Ulúa, puerto de Veracruz (9), desde donde las recuas de mulas salían hacia el altiplano mexicano hasta la capital virreinal: Ciudad de México (10). Luego tomaban el llamado Camino de Asia hacia Acapulco (11), desde donde se embarcaban los productos peninsulares y la plata de Zacatecas (13) y del Potosí mexicano para hacer la larga travesía del secular Galeón de Manila. Éste aprovechaba la corriende Humboldt hacia las Filpinas. Al llegar a Manila (12) zarpaba el otro galeón hacia América y España, cargado de valiosísimos y exóticos productos que comerciaba con China, Japón e india.
Ya en el Atlántico, las dos flotas (del Perú y de Nueva España) zarpaban hacia Cuba, a La Habana (14), donde se reunían para zarpar unidas hacia la península y los puertos de Cádiz y Sevilla. De ahí, los correos y los informes a Madrid, atravesando Extremadura y Toledo.
La otra gran ruta vital del Imperio fue la llamada El Camino Español, que comunicaba con Flandes (16). Embarcaba las tropas de los Tercios en Barcelona hacia la república aliada de Génova (15), desde donde atravesaba los Alpes para llegar al Franco Condado y, seguidamente, a Luxemburgo y Bruselas.
Esta inmensidad de territorios del Imperio fue, en sí misma, un problema para su mantenimiento y en ese siglo XVII se produjo su progresivo declive desde 1648 en la Paz de Westfalia, hasta 1713 y la Paz de Utrecht. Se perdieron las posesiones europeas, pero los virreinatos se mantuvieron intactos, con tan sólo algunas perdidas territoriales en las Antillas y el Caribe. Para su mejor defensa y explotación se crearon en Sudamérica los virreinatos de Nueva Granada, con capital en Bogotá, y el del Río de La Plata, con capital en Buenos Aires.