A inicios del siglo XV el emperador chino de la dinastía Ming, Yongle, decidió una serie de exploraciones navales para sondear el comercio exterior. Eligió a un chino musulmán y eunuco castrado: Zheng-He. Este válido marino organizó hasta siete viajes que le llevaron hasta las costas de Mozambique tras reconocer casi todo el océano Índico. La llegada a Calicut en la India sirvió como trampolín para llegar al golfo pérsico y costear la costa sur arábiga. De allí el salto a la costa oriental africana era ya un simple paseo. La costa somalí, de Kenia, de Tanzania y de Mozambique recibieron la visita de los juncos chinos. ¿Por qué no se dobló el cabo de Buena Esperanza tan cercano ya?
Las explicaciones hay que buscarlas en la tradicional política de aislamiento interior de China desde siempre. Estos viajes fueron la excepción. Los mandarines, partidarios del aislamiento, se impusieron y cortaron unos viajes que bien pudieron llegar al Atlántico y, porqué no, a la Península Ibérica, adelantándose casi un siglo a las expediciones portuguesas y castellanas.
Se ha especulado con la más que posible llegada de Zheng a las costas americanas dado que la corriente del Kurosivo bien pudo ser conocida por tan notable marino, pero hoy por hoy no existen pruebas fehacientes y aceptables de tal suceso, lo cual hubiese sido un vuelco total para la historia de finales del medievo occidental.