Durante el reinado de Felipe II
la monarquía hispánica llegó a culminar la unidad peninsular bajo una misma
corona, aunque no como una unidad política centralizada. Existían las tres
coronas que ya lo eran desde tiempos medievales:
* Corona de Castilla, la más extensa, con todo su territorio
centralizado, salvo las provincias vascas, que tenían sus propios fueros, y el
viejo reino de Navarra, asimismo con fueros y anexionado en 1512 a Castilla por
Fernando el Católico. En la Corona de Castilla residía el monarca de forma
permanente, estableciendo la capital definitiva en Madrid desde 1561.
* Corona de Aragón, unida dinásticamente a Castilla desde
1479 por el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. La
diferencia con Castilla era que en este territorio había tres reinos autónomos
entre sí: Aragón propiamente dicho, Valencia, Baleares y Cataluña.
* La Corona de Portugal, anexionada en 1580, pero conservando
íntegras su autonomía y cultura.
Como puede verse era una
monarquía plural, con diferentes ejércitos, idiomas, legislaciones y sentidos
de pertenencia a la misma. La unidad peninsular duró poco tiempo: de 1580 a
1640, fecha en que se iniciaron rebeliones separatistas en Cataluña y Portugal.
Tras independizarse los dos territorios, sólo Portugal logró su independencia
definitiva en los años 80 del siglo, mientras que Cataluña volvía al seno de la
monarquía en los años 60.
No obstante, los territorios de
la Corona de Aragón volverían a rebelarse en 1704, en plena Guerra de Sucesión
española y hubieron de ser conquistados militarmente y centralizados a la
fuerza por las tropas al servicio del rey Borbón Felipe V. (Decretos de Nueva
Planta). En 1715 sólo conservaban sus fueros las provincias vascongadas y el
reino de Navarra.