sábado, 19 de octubre de 2013

LA DISOLUCIÓN DEL IMPERIO AUSTRO-HÚNGARO EN 1919


El Imperio de los Habsburgo se fue formando como una mezcla de diversas nacionalidades bajo el dominio de la minoría austriaca germanoparlante. Ya a mediados del siglo XIX, tras las revoluciones de 1848, el Imperio Austríaco se vio obligado a formar la llamada monarquía dual o Imperio Austrohúngaro de 1867, ante las consecuencias de la derrota ante Prusia de Bismarck (Sadowa, 1866) y las crecientes demandas de autonomía e independencia por parte de esos pueblos que se autoconsideraban diferentes, tanto a nivel cultural, como étnico, lingüístico o religioso, además de los que se sentían oprimidos: germanos, italianos, checos, húngaros, polacos, rumanos y croatas, entre otros.
La respuesta del gobierno de Viena se concretó en la formación de la Cisleitania, cuya capital era Viena y que englobaba territorios como Austria, Bohemia-Moravia, Croacia, Dalmacia, Cracovia o el territorio del Alto Adigio.
Por su parte, la Transleitania tenía su capital en Budapest, aunando territorios como Hungría, Bosnia, Transilvania o Eslovaquia. A finales del siglo XIX surgieron diversos estados paralelamente a la descomposición del viejo imperio Otomano en los Balcanes, muchos de ellos de cultura eslava principalmente, con Serbia como la "gran hermana "de todos ellos y como abanderada del sentimiento antiaustriaco.
A inicios del siglo XX la situación era insostenible y bastaba cualquier crisis internacional (como la anexión de Bosnia al Imperio Austrohúngaro en 1908) para desencadenar una enorme tensión en plena época de la Paz Armada. Así, los trágicos disparos de Sarajevo en junio de 1914, hicieron el resto. La Gran Guerra estaba servida.
En 1919, en los diversos tratados que formaron la Paz de París, así como la aplicación del principio de autodeterminación de los pueblos, inspirado en uno de los puntos de paz del presidente norteamericano Wilson, acabó la histórica monarquía austriaca. Nacían estados nuevos: las repúblicas de Austria, Hungría y Checoslovaquia, mientras que Croacia y Bosnia se incorporaban en el nuevo estado de Yugoslavia (heredero de la antigua Serbia) y la naciente Polonia se anexionaba Cracovia. Finalmente, Transilvania, pasaba a formar parte de Rumanía y el Trentino se incorporaba a Italia. Todo un réquiem para tan vetusto imperio y dinastía de los Habsburgo.

miércoles, 16 de octubre de 2013

EL TRATADO DE UTRECHT, 1713

 
En 1713 se firmaba el Tratado de Utrecht, poniendo casi el final a la larga Guerra de Sucesión Española (1702-1713). La monarquía española quedaba seriamente perjudicada, al menos a primera vista. Felipe V, nuevo rey de España y primer monarca de la dinastía de Borbón, debía de renunciar a las viajas posesiones hispanas de la época de la monarquía de los Austrias en Europa.
El nuevo mapa -que establecía el principio del equilibrio continental entre las diversas potencias europeas y el reparto de las posesiones hispanas- quedaba de la siguiente forma:
* Flandes, el Milanesado, Nápoles y Cerdeña, pasaban a Austria.
* Sicilia pasaba a Piamonte.
* El Peñon de Gibraltar y la isla de Menorca pasaban a Gran Bretaña, la cual obtenía, además, ventajas comerciales en la América hispana y en el tráfico de esclavos.
Lo más humillante fue la pérdida de los territorios propiamente españoles en favor de Gran Bretaña. Menorca fue recuperada casi un siglo después. No así el estratégico peñón, el cual sigue en poder británico a inicios del siglo XXI.
A pesar de todo, España conservaba intacto su imperio americano y, algunos historiadores afirman la positiva pérdida de esos territorios en Europa y la liberación de guerras inútiles.
En los primeros años del reinado de Felipe V ascendió al poder un nuevo valido: el padre Alberoni, el cual envió una flota contra Sicilia para intentar recuperar los territorios italianos. Una coalición de toda Europa destrozó esa fuerza naval en el cabo Pessaro, en Sicilia. Acababa definitivamente la política expansionista de España en Europa.

martes, 15 de octubre de 2013

LAS TRES GRANDES CIVILIZACIONES MEDIEVALES HACIA EL AÑO 1.000

 
A finales del siglo IV se rompía la unidad del Mediterráneo al dividirse el Imperio Romano por Teodosio. La parte occidental, la más pobre y afectada por una crisis generalizada desde inicios del siglo III, tiene como emperador a Honorio, mientras que la parte oriental es gobernada por Arcadio. Desde el mencionado siglo III, pueblos germánicos procedentes de Asia van penetrando violentamente por los limes del imperio occidental tras ser rechazados en las fronteras del Imperio Bizantino. A finales del siglo V, Occidente entra en la larga noche del feudalismo. Casi al  mismo tiempo, el Imperio Bizantino vive sus horas de apogeo el siglo siguiente, de la mano del emperador Justiniano.
De forma inesperada, un nuevo protagonista surge en el siglo VII: en la península arábiga nace la civilización musulmana. El Islam se extiende por la orilla sur del Mediterráneo, logrando adentrarse, incluso, en la casi totalidad de la península Ibérica. La nueva cultura musulmana adopta los fundamentos del mundo clásico y, a su vez, aporta sus elementos propios y originales.
Hacia el año 1.000 se han consolidado las tres civilizaciones con sus respectivas religiones monoteístas. Bizancio (ortodoxo) y el Occidente europeo (católico) se enfrentan al Islam, tanto en la península Ibérica (Reconquista) como en Tierra Santa (las Cruzadas). De esta coyuntura histórica surgirá el despertar de Occidente, que lentamente irá progresando -a pesar del tropezón de los siglos XIV y XV- hasta convertirse en el continente hegemónico hacia 1492, con el inicio del mundo moderno.
 

lunes, 14 de octubre de 2013

CIVILIZACIONES URBANAS DEL CRECIENTE FÉRTIL

 
En el Próximo Oriente surgió la revolución agrícola del Neolítico hace más de diez mil años. También aquí surgió nuestra civilización originaria. Las primeras civilizaciones urbanas se caracterizaron por sus aportes en la escritura y en el surgimiento de las nuevas ciudades y los estados mucho más complejos en su organización. Todo ello fue posible por el favorable medio físico.
En la zona llamada tradicionalmente "Creciente Fértil", por su forma de media luna en su forma de cuarto creciente, la civilización surgió gracias a los fértiles valles de tres ríos principales: el valle del Nilo, en Egipto, el valle del río Orontes, en Palestina y, por último, el valle de los ríos Tigris y Éufrates, en Mesopotamia. Fuera de estas zonas solo hay tierras pobres: desiertos al sur de Mesopotamia y al oeste de Egipto, así como áridas y altas mesetas del noroeste al noreste.
Pueblos de raza blanca, semitas e indoeuropeos, desarrollaron importantes civilizaciones, con su cénit en Egipto y Mesopotamia, reflejadas en sus pirámides y zigurats, su próspera agricultura de regadío, sus sociedades esclavistas y las religiones politeístas, así como los avances científicos y sus escrituras cuneiforme y jeroglífica.
También surgieron las civilizaciones fenicia y judía en los valles de los ríos Jordán y Orontes. Desde esta zona se iniciaron migraciones hacia el oeste, por el mediterráneo en una importante labor de difusión cultural.

domingo, 13 de octubre de 2013

ALEJANDRO MAGNO Y SU IMPERIO, 334 - 323 a. C.


Alejandro Magno inició sus campañas en el contexto de las guerras contra los persas de Darío III que había iniciado su padre Filipo de Macedonia. Grecia respondía ahora a las antiguas invasiones de las Guerras Médicas. Tras someter Asia Menor se dirigió hacia el sur, antes de invadir el imperio persa, para entrar en Egipto, donde fundó Alejandría y se autoproclamó faraón.
Vuelto a Palestina, se dirigió ahora hacia el este con el propósito de entrar en Persia, previa conquista de Babilonia. Entrado ya en ese imperio, ocupó sus principales ciudades: Susa, Persépolis, Pasargada y Ecbatana. Desde la costa meridional del Mar Caspio emprendió su campaña en lo que hoy es Afganistán. Desde allá, inició su rumbo al sur, por el valle del río Indo, en su intento de atacar la India, país que recorrió en sus confines occidentales. Por el sur del actual Irán regresó a Persépolis y, de allí, de nuevo a Babilonia. Sin embargo, no pudo regresar vivo a su Macedonia natal, pues falleció en la capital mesopotámica, en junio del año 323, según parece que de malaria.
Tras su muerte, los generales de su ejército se repartieron el imperio y formaron dinastías de raíz griega. En realidad, sus conquistas pusieron en contacto la cultura clásica helena con las culturas del Próximo Oriente.

sábado, 12 de octubre de 2013

LA CAMPAÑA DE CATALUÑA


Franco decidió atacar Cataluña sin acordar una tregua navideña, para aprovechar así el desgaste republicano después de la batalla del Ebro. Además, le urgía ahora acabar la guerra ante el previsible conflicto mundial tras la reunión de las potencias en Múnich (septiembre de 1938). A pesar de que los republicanos iniciaron una ofensiva de distracción en Extremadura, Franco continuó sus planes. La campaña de Cataluña se iniciaba el 23 de diciembre de 1938 al mando del general Dávila. Las ofensivas se dirigirían hacia el este, desde Lérida, y desde el suroeste (Tarragona), en dirección al noreste, a Barcelona y Gerona. Un mes después (26 de enero) entraba Yagüe en una Barcelona abandonada por el gobierno republicano y reunido postreramente, junto a las Cortes, en Figueres. Dos semanas después llegaban los franquistas a la frontera (9 de febrero).
La retirada republicana hacia el norte es uno de los hechos más terribles en la represión mutua durante la guerra. A las duras represalias franquistas, típicas de toda la guerra tras la caída de cualquier zona republicana, se sumaba la de milicianos descontrolados. Éstos fusilaron masivamente a prisioneros derechistas en su poder, como es el caso del general franquista, rendido en Teruel, Rey d´Ancourt, o el obispo Polanco. Las caravanas apresuradas de camiones con fugitivos se atascaban cerca de La Jonquera y eran presa de ataques aéreos de la aviación enemiga. Es tristemente célebre la evacuación del poeta Antonio Machado y su madre, enfermos y muertos ambos casi al tiempo en la vecina localidad francesa de Colliure. La guerra estaba ya casi acabada, pues las sucesivas caídas del cuadrante suroriental peninsular y de la capital de España eran ya casi inevitables.

viernes, 11 de octubre de 2013

EL IMPERIO ROMANO A INICIOS DEL SIGLO II

 
Las civilizaciones griega y romana son la expresión de la cultura clásica, gran aportadora de los elementos de la actual civilización occidental. La Roma republicana, tras derrocar a la monarquía, inició la expansión por el mar Mediterráneo. En un primer momento hubo de enfrentarse a los cartagineses (guerras púnicas, siglo III a. C) por las que se erigió como la potencia hegemónica en el Mediterráneo occidental. Tras ello, se expandió a costa de su admirada Grecia, por el este.
En el siglo I a. C, tras el asesinato de Julio César, su sobrino Octavio Augusto acabó con la República e implantó el Imperio. El primer emperador pacificó el norte de Hispania y anexionó Egipto, pero fracasó en Germania (desastre de Teotoburgo).
Ya en nuestra era, sus sucesores fueron incorporando al Imperio: Britania, Mauritania y, sobre todo, Dacia, ocupada por el emperador hispano Trajano. Roma alcanzaba su máxima expansión y apogeo.
Sin embargo, a inicios del siglo III, comenzaba una crisis estructural imparable que llevaría a la parte occidental del Imperio a su quiebra definitiva. Las fronteras (limes) de los ríos Rin y Danubio era sistemáticamente traspasadas por las correrías de pueblos bárbaros germánicos. La situación, cada vez más insostenible hizo que a inicios del siglo IV el emperador Constantino llevase la capital de Roma a Bizancio (Constantinopla) y que, a finales del mismo, el emperador Teodosio se decidiese por dividir el imperio en dos mitades, oriente y occidente, entre sus dos hijos. Honorio quedaría con la parte ya en decadencia imparable: Roma, mientras Arcadio heredaba la parte próspera, el llamado Imperio Bizantino, que resistiría los ataques musulmanes de árabes y turcos hasta su caída en 1453.
En el año 476, Rómulo Augústulo, era depuesto por los hérulos. Era el último emperador romano. Occidente se sumía en una larga noche o Edad Media de más de medio milenio de duración.

ETAPAS DE LA CONQUISTA ROMANA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

 
El año 218 a. C, las legiones romanas desembarcaban en Emporion (Ampurias) con el pretexto de ayudar a sus aliados peninsulares ante el ataque de los cartagineses. Era el tiempo de las guerras Púnicas (Roma frente a Cartago), en las que ambas potencias, situadas respectivamente en las orillas norte y sur del Mediterráneo central, se jugaban su hegemonía en la zona. Tras la destrucción de Cartago, los romanos dominaron fácilmente todo el litoral mediterráneo y la desembocadura del Guadalquivir.
Más complicada, no obstante, se presentaba la invasión de la Meseta ante la dura resistencia de los pueblos celtíberos y lusitanos especialmente. El duro asedio de la ciudad de Numancia y su mito posterior así lo demuestra. También se suele aludir al mítico Viriato, caudillo del segundo pueblo aludido, el cual, tras presentar una dura guerra de guerrillas, sólo fue capturado por Roma mediante la traición.
Tras la prolongada lucha por el dominio del interior peninsular, se procedió a someter a los indómitos pueblos del norte cantábrico, los cuales hicieron necesaria la llegada a Hispania del mismo emperador Octavio Augusto con sus mejores legiones. Sólo tras la campaña del norte se logró el total domino de la península. A pesar de ello, la resistencia de esos pueblos cantábricos, en especial la de los vascones, impidió la romanización plena del territorio.