Aún siendo la Corona de Castilla, junto a la de Portugal, la primera nación europea en penetrar en África desde la Baja Edad Media, así cómo la más cercana, hacia 1914 apenas tenía territorios en este continente. Ya en el reinado de Enrique III, a inicios del siglo XV, los castellanos entraban en Tetuán, en su intento de aislar al ya de por sí debilitado reino de Granada. Casi al mismo tiempo los portugueses se establecían en Ceuta, dominando la orilla meridional del estrecho de Gibraltar. En 1497 los castellanos desembarcaban en Melilla y la anexionaban a su reino hasta la actualidad.
Durante la Edad Moderna la Monarquía Hispánica tuvo enclaves en las costas marroquíes, argelinas y tunecinas (Arcila, Larache, Santa Cruz de la mar Pequeña, La Goleta, Orán, etc), aunque todos fugaces, salvo la mencionada Melilla y Ceuta, anexionada tras la independencia portuguesa de 1640 según el deseo de los propios ceutíes. A pesar de ello, ambas plazas tuvieron que sufrir varios asedios violentos.
Ya en la segunda mitad del siglo XIX, en el preludio de la gran época del imperialismo europeo, en el reinado de Isabel II, hubo una guerra contra Marruecos en torno a Ceuta, con las victorias españolas de Castillejos y Wad Ras. El tratado de paz subsiguiente estableció el actual territorio colindante de las dos plazas españolas y la restitución del desconocido enclave de Santa Cruz de la Mar Pequeña. Ya en tiempos de la Restauración se iniciaban los desembarcos, sin capacidad de ocupación permanente, en el territorio del Sahara Occidental y en el estuario de río Muni, que exploró el alavés Manuel de Iradier.
Durante el periodo de entreguerras, España se decidió a la ocupación efectiva del territorio que le correspondía en el norte del Protectorado Hispano-Francés de Marruecos. Esa determinación costó una sangrienta y larga guerra entre 1909 y 1927. En esos años se ocupaba de forma efectiva el Sahara. En 1934 fue muy significativa la ocupación de Sidi Ifni por el general Capaz, territorio identificado como el enigmático enclave de Santa Cruz de la Mar Pequeña.
Mucho más al sur, ya en plena África Negra, se iniciaba la ocupación efectiva del territorio continental de Muni, la isla de Fernando Poo y los islotes de Elobey y Corisco. El territorio sería destinado a producir madera y cacao.
Un imperio minúsculo desde 1950, poco rentable -y más una carga que una fuente de riquezas- para un país pionero en la historia del colonialismo europeo en África. Desde esos años cincuenta se iniciarían los movimientos anticolonialistas, con los paralelos intentos de su desactivación por parte del gobierno español.
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